domingo, 29 de octubre de 2017

Sismo y ciudad: Mi vida antes, durante y después del sismo del 19s 2017. Parte 1.

Esta es la crónica de mi vida desde el 19s-2017

Aparentemente es un martes cualquiera: lo único diferente es el hecho de hacer un simulacro en memoria del sismo del 85 y escuchar a varios compañeros decir "son unos exagerados","Ni pasa nada","Se estresan por nada". Incluso escucho cosas como "Hacen esto para perder el tiempo y no trabajar". Se escuchan risas y burlas desde algunos rincones. Un poco de nostalgia para los que el 85 es un recuerdo borroso.

Termina el simulacro y retomamos actividades, es momento de retomar la concentración para trabajar con los pendientes en la oficina y en algún momento pensar en qué comer hoy. No había pasado al banco y tal vez traía unos 30 pesos en la cartera.

La noche anterior había sido cansada, fui a cuidar a mi abuela materna al hospital, la internaron desde la tarde del domingo y habíamos estado turnándonos las guardias diurnas y nocturnas. Tener a un paciente en el hospital siempre estresa.

Pasado el mediodía, mientras trabajamos siento cómo vibra el escritorio que comparto con varios compañeros. Mi primer pensamiento es: Compañero 1 y Compañero 2 están jugando pesado y están moviendo el mueble. Volteo y me doy cuenta de que ninguno de los dos está en su lugar y el mueble está brincando. Un segundo de duda y comienza a sonar la alerta sísmica.

Parece una broma macabra. Maldita coincidencia, maldita fecha.

Procedemos a dar aviso a los compañeros y salir de la oficina. Quienes se estaban burlando hacía un par de horas están callados mientras esperamos a que termine el sismo fuera de la oficina. Todos estamos en silencio sobre el camellón frente a la oficina y solo esperamos.

Mi orden de prioridades me hace salir con el celular en la mano, cosas de la modernidad y de cómo le damos importancia a la tecnología.

Esperamos varios minutos afuera; se escucha el llanto nervioso de alguien entre los oficinistas que esperamos en el camellón, la gente que habla de lo que se lee en redes sociales y de los daños que se rumora que hay. no hay información confirmada aún.

No salen llamadas de los celulares y la señal de Internet va y viene. Mando mensajes a mis familiares y amigos, quienes son como mi segunda familia, esperando recibir respuesta de que todos están bien. Tengo mucha gente por la cual preocuparme.Vivo en la colonia Roma y es una zona que siempre se ve afectada por los temblores, estoy muy preocupada por mi familia. Quiero irme a buscarlos pero no sé qué hacer ni cómo decírselo a mis superiores.

Un compañero ingresa a la oficina a hacer una revisión antes de que regresemos a la oficina. nos indica que solo hay una tubería rota y aparentemente no hay daños graves. Todos estamos muy nerviosos.

Se escuchan rumores acerca de se cayó esto, se cayó lo otro. Mi nerviosismo crece.

Dan aviso en la oficina de que nos podemos ir a nuestras casas después de una hora aproximadamente. En este tiempo ya había logrado comunicarme con mis hermanas y varios de mis amigos pero no sé nada de mis papás.

Decido ponerme los pants que usé para quedarme a hacer guardia en el hospital la noche anterior. Se escucha mucho tráfico fuera de la oficina y seguramente tendré que caminar a casa y hay que buscar algo cómodo para caminar por la ciudad. 

Entre los compañeros revisamos quienes vamos por rutas parecidas y los que pueden se van juntos, todos tratamos de no ir solos.

Salgo de la oficina con 3 compañeros más y una de ellas decide aventurarse a esperar el camión. El tránsito está parado y no se ve ningún camión cerca. Nos despedimos y continuamos nuestro camino.
Caminamos desde Lomas de Chapultepec hacia el metro Constituyentes, de ahí me dirigiría hacia la colonia Roma. No sabía si el metro estaba funcionando o no pero no me quería aventurar a entrar al metro ante la posibilidad de una réplica.

Conforme caminábamos por Alencastre y después por  Periférico platicábamos de las pocas noticias que teníamos. Decían algo sobre niños atrapados en una escuela al sur de la ciudad, algo sobre edificios el la colonia Del Valle sin tener realmente información clara de lo que pasaba. La señal de celular iba y venía.

Sé que la Colonia Roma es un lugar peligroso en caso de sismos, he vivido ahí toda mi vida y muy pequeña viví el 85, hay cosas que no se olvidan y no podía dejar de sentir una tremenda urgencia por llegar a mi casa y ver a mi familia. El maldito celular se estaba quedando sin batería.

Llegamos a la zona del metro Constituyentes a casa de donde una de las compañeras con las que trabajo, una muy buena amiga por cierto, y nos ofrece quedarnos a comer y, en caso de requerirlo, zapatos cómodos para seguir caminando. Le doy las gracias y sigo mi camino. El otro compañero que va con nosotras acepta y me despido de ellos.

Camino por la calle de Moran en la San Miguel Chapultepec y el sol en las calles es muy intenso. Necesito descansar un momento. Hago una pausa en la iglesia de San Miguel por unos minutos  y reviso si tengo mensajes nuevos, sigo sin saber de mis papás. Respiro y salgo nuevamente a la calle con la esperanza de encontrar algún camión que me lleve a mi casa. El tráfico está parado, me resigno y sigo caminando.

Hay mucha gente en las calles, quizás muchos de ellos tengan la misma necesidad de llegar a casa que tengo. Hasta ahora no he visto ningún edificio con daños, trato de conservar la calma y pensar en que no hayan daños graves en la Roma. No he escuchado nada aun acerca de lo que pasa en la Roma y la Condesa.

Paso por un puesto donde tienen la televisión prendida con las noticias  y confirmo lo de la Escuela y los niños atrapados. Siento una cosa horrible y pienso en mis sobrinas.Mis hermanas no me dijeron nada de las niñas así que asumo que están bien.

Trato de conservar la calma entre el caos y el ruido de los cláxones. uienes me conocen saben que mucho ruido suele enloquecerme.

Mientras sigo viendo las noticias en el puesto se acerca un sujeto a pelearse con el dueño por que movió una cubeta. Se estan armando de palabras y me voy. No estoy de humor para ver pleitos pendejos.

Sigo mi camino entrando a la Condesa por Alfonso Reyes. Comienzo a ver los daños: En las calles no hay autos y hay trozos de vidrios y aplanados en las banquetas. La poca gente que hay en las calles está sentada en el camellón de Alfonso Reyes esperando; no se sabe qué esperan,  sólo están ahí como estatuas.

En Alfonso Reyes y Cholula veo un edificio con los vidrios rotos y algunos muros muy dañados. Algunas de las grietas son tan profundas que permiten ver hacia el interior del edificio. Afuera hay un grupo de señoras mayores y empleadas domesticas esperando. Me da miedo verlas ahí solo esperando y con cara de incredulidad, nadie sabe qué hacer. Veo cómo un señor se acerca e invita al grupo a moverse al camellón, me acerco a apoyar al señor y le comparto a unos niños que están en el grupo unos dulces que traigo en la mochila. Quisiera tener más que ofrecerles. Una vez que los veo en el camellón sigo mi camino. Estoy cansada y sigo sintiendo que estoy muy lejos de mi casa.

Llegando a la calle de Saltillo veo un camión, no me deja en mi casa pero, si la ruta sigue por donde va me permitirá acercarme bastante a mi casa. Subo al camión y le pregunto al chófer si hay paso hasta avenida Sonora y me responde "la verdad señorita, no lo sé. Hay muchas calles cerradas".
Me asusta pero sigo tratando de conservar la calma. Hasta este punto en mi trayecto no he escudo sirenas de bomberos , policías o ambulancias y trato de mantenerme optimista.

El camión solo me avanza unas cuantas cuadras y llegando a Nuevo León y Michoacán nos dicen que ya no hay paso, la avenida está acordonada.

Aquí empiezo a ver gente correr: El paso vehicular sobre Michoacán  está parado y el movimiento de personas es mucho, parece un hormiguero. Estoy muy confundida.

Oigo que hay personas gritando sobre Michoacán y Amsterdam: "Apaguen los celulares", "Hay fugas de gas", "Hay gente atrapada", "Formen una fila para pasar escombros", "Quien pueda cargar ayude a pasar escombros, quien no pueda ayude a pasar cubetas". La ansiedad me gana y me formo en la primera fila que veo, comienzan a pasar escombros y me doy cuenta de que soy muy torpe para esto. Piden a gritos cubetas vacías y empiezo a buscar entre los autos, los viene-viene suelen poner cubetas ahí.

Sigo escuchando el barullo de la gente y encuentro un par de cubetas entre los autos estacionados sobre Michoacán frente a Superama. Entrego en la fila las cubetas que encontré y me siento impotente al saberme tan torpe e incapaz de ayudar con algo más. 

Empiezo a dimensionar el problema y me asusto mucho. En mi cabeza resuena " No has llegado a tu casa". La ansiedad sigue creciendo: ¿Dónde está mi familia?

Veo que un grupo de personas saca víveres desde el estacionamiento de Superama y pide ayuda para seguir sacando cosas. Dicen que solo saquen agua y comida y la llevan hacia el  parque México. La gente está muy ordenada y sacan charolas de pan y paquetes con botellas de agua.

Camino sobre la calle de Michoacán y veo grupos de gente caminar hacia Ámsterdam, al edificio que ha caído con el sismo y estoy llorando. No puedo hacer más por la gente de ese lugar.

El foro Lindbergh tiene carpas improvisadas y hay mucha gente esperando en el parque. Empiezo a ver el alcance de los daños.

Llegando a Insurgentes veo todo parado. Los negocios están cerrados, hay muchas unidades del Metrobus estacionados en la avenida y sigo viendo a la gente movilizándose hacia las zonas de desastre. Solo puedo pensar en que aún no he llegado a mi casa. Me siento todavía muy lejos estando ya tan cerca.

Camino por la calle de Chiapas para llegar a Medellín y José Alvarado y veo grupos grandes de gente movilizándose: Muchos usan chalecos con reflejantes, hay muchos jóvenes y me doy cuenta de que a la vuelta de casa de mis papás se ha caído un edificio. El edificio donde estaba la tienda de colchones Atlas ha colapsado.