Esta es la crónica de mi vida
desde el 19s-2017
Aparentemente es un martes
cualquiera: lo único diferente es el hecho de hacer un simulacro en memoria del
sismo del 85 y escuchar a varios compañeros decir "son unos
exagerados","Ni pasa nada","Se estresan por nada".
Incluso escucho cosas como "Hacen esto para perder el tiempo y no
trabajar". Se escuchan risas y burlas desde algunos rincones. Un poco de
nostalgia para los que el 85 es un recuerdo borroso.
Termina el simulacro y
retomamos actividades, es momento de retomar la concentración para trabajar con los pendientes
en la oficina y en algún momento pensar en qué comer hoy. No había pasado al
banco y tal vez traía unos 30 pesos en la cartera.
La noche anterior había sido
cansada, fui a cuidar a mi abuela materna al hospital, la internaron desde la
tarde del domingo y habíamos estado turnándonos las guardias diurnas y
nocturnas. Tener a un paciente en el hospital siempre estresa.
Pasado el mediodía, mientras
trabajamos siento cómo vibra el escritorio que comparto con varios compañeros.
Mi primer pensamiento es: Compañero 1 y Compañero 2 están jugando pesado y
están moviendo el mueble. Volteo y me doy cuenta de que ninguno de los dos está
en su lugar y el mueble está brincando. Un segundo de duda y comienza a sonar
la alerta sísmica.
Parece una broma macabra.
Maldita coincidencia, maldita fecha.
Procedemos a dar aviso a los compañeros y
salir de la oficina. Quienes se estaban burlando hacía un par de horas están
callados mientras esperamos a que termine el sismo fuera de la oficina. Todos estamos en silencio sobre el
camellón frente a la oficina y solo esperamos.
Mi orden de prioridades me
hace salir con el celular en la mano, cosas de la modernidad y de cómo le damos importancia a la tecnología.
Esperamos varios minutos
afuera; se escucha el llanto nervioso de alguien entre los oficinistas que
esperamos en el camellón, la gente que habla de lo que se lee en redes
sociales y de los daños que se rumora que hay. no hay información confirmada aún.
No salen llamadas de los celulares y la señal
de Internet va y viene. Mando mensajes a mis familiares y amigos, quienes son
como mi segunda familia, esperando recibir respuesta de que todos están bien.
Tengo mucha gente por la cual preocuparme. Vivo en la colonia Roma y es una zona que siempre se ve afectada por los temblores, estoy muy preocupada por mi familia. Quiero irme a buscarlos pero no sé qué hacer ni cómo decírselo a mis superiores.
Un compañero ingresa a la
oficina a hacer una revisión antes de que regresemos a la oficina. nos indica que solo hay una
tubería rota y aparentemente no hay daños graves. Todos estamos muy nerviosos.
Se escuchan rumores acerca de
se cayó esto, se cayó lo otro. Mi nerviosismo crece.
Dan aviso en la oficina de
que nos podemos ir a nuestras casas después de una hora aproximadamente. En
este tiempo ya había logrado comunicarme con mis hermanas y varios de mis amigos
pero no sé nada de mis papás.
Decido ponerme los pants que
usé para quedarme a hacer guardia en el hospital la noche anterior. Se escucha
mucho tráfico fuera de la oficina y seguramente tendré que caminar a casa y hay que buscar algo cómodo para caminar por la ciudad.
Entre los compañeros
revisamos quienes vamos por rutas parecidas y los que pueden se van juntos,
todos tratamos de no ir solos.
Salgo de la oficina con 3
compañeros más y una de ellas decide aventurarse a esperar el camión. El tránsito
está parado y no se ve ningún camión cerca. Nos despedimos y continuamos
nuestro camino.
Caminamos desde Lomas de
Chapultepec hacia el metro Constituyentes, de ahí me dirigiría hacia la colonia
Roma. No sabía si el metro estaba funcionando o no pero no me quería aventurar
a entrar al metro ante la posibilidad de una réplica.
Conforme caminábamos por
Alencastre y después por Periférico
platicábamos de las pocas noticias que teníamos. Decían algo sobre niños
atrapados en una escuela al sur de la ciudad, algo sobre edificios el la
colonia Del Valle sin tener realmente información clara de lo que pasaba. La
señal de celular iba y venía.
Sé que la Colonia Roma es un
lugar peligroso en caso de sismos, he vivido ahí toda mi vida y muy pequeña
viví el 85, hay cosas que no se olvidan y no podía dejar de sentir una
tremenda urgencia por llegar a mi casa y ver a mi familia. El maldito celular
se estaba quedando sin batería.
Llegamos a la zona del metro
Constituyentes a casa de donde una de las compañeras con las que trabajo, una
muy buena amiga por cierto, y nos ofrece quedarnos a comer y, en caso de
requerirlo, zapatos cómodos para seguir caminando. Le doy las gracias y sigo mi
camino. El otro compañero que va con nosotras acepta y me despido de ellos.
Camino por la calle de Moran
en la San Miguel Chapultepec y el sol en las calles es muy intenso. Necesito
descansar un momento. Hago una pausa en la iglesia
de San Miguel por unos minutos y reviso
si tengo mensajes nuevos, sigo sin saber de mis papás. Respiro y salgo nuevamente a la calle
con la esperanza de encontrar algún camión que me lleve a mi casa. El tráfico
está parado, me resigno y sigo caminando.
Hay mucha gente en las calles, quizás muchos de ellos tengan la misma necesidad de llegar a casa que tengo. Hasta ahora no he visto ningún edificio con daños, trato de
conservar la calma y pensar en que no hayan daños graves en la Roma. No he
escuchado nada aun acerca de lo que pasa en la Roma y la Condesa.
Paso por un puesto donde
tienen la televisión prendida con las noticias
y confirmo lo de la Escuela y los niños atrapados. Siento una cosa
horrible y pienso en mis sobrinas.Mis hermanas no me dijeron nada de las niñas
así que asumo que están bien.
Trato de conservar la calma
entre el caos y el ruido de los cláxones. uienes me conocen saben que mucho
ruido suele enloquecerme.
Mientras sigo viendo las
noticias en el puesto se acerca un sujeto a pelearse con el dueño por que movió
una cubeta. Se estan armando de palabras y me voy. No estoy de humor para ver
pleitos pendejos.
Sigo mi camino entrando a la
Condesa por Alfonso Reyes. Comienzo a ver los daños: En las calles no hay autos y hay trozos de vidrios y aplanados en las banquetas. La poca gente que hay en
las calles está sentada en el camellón de Alfonso Reyes esperando; no se sabe
qué esperan, sólo están ahí como
estatuas.
En Alfonso Reyes y Cholula
veo un edificio con los vidrios rotos y algunos muros muy dañados. Algunas de
las grietas son tan profundas que permiten ver hacia el interior del edificio.
Afuera hay un grupo de señoras mayores y empleadas domesticas esperando. Me da
miedo verlas ahí solo esperando y con cara de incredulidad, nadie sabe qué
hacer. Veo cómo un señor se acerca e invita
al grupo a moverse al camellón, me acerco a apoyar al señor y le comparto a
unos niños que están en el grupo unos dulces que traigo en la mochila. Quisiera
tener más que ofrecerles. Una vez que los veo en el camellón sigo mi camino.
Estoy cansada y sigo sintiendo que estoy muy lejos de mi casa.
Llegando a la calle de
Saltillo veo un camión, no me deja en mi casa pero, si la ruta sigue por donde
va me permitirá acercarme bastante a mi casa. Subo al camión y le pregunto al
chófer si hay paso hasta avenida Sonora y me responde "la verdad señorita,
no lo sé. Hay muchas calles cerradas".
Me asusta pero sigo tratando
de conservar la calma. Hasta este punto en mi trayecto no he escudo sirenas de
bomberos , policías o ambulancias y trato de mantenerme optimista.
El camión solo me avanza unas
cuantas cuadras y llegando a Nuevo León y Michoacán nos dicen que ya no hay
paso, la avenida está acordonada.
Aquí empiezo a ver gente
correr: El paso vehicular sobre Michoacán
está parado y el movimiento de personas es mucho, parece un hormiguero.
Estoy muy confundida.
Oigo que hay personas gritando
sobre Michoacán y Amsterdam: "Apaguen los celulares", "Hay fugas de
gas", "Hay gente atrapada", "Formen una fila para pasar
escombros", "Quien pueda cargar ayude a pasar escombros, quien no
pueda ayude a pasar cubetas". La ansiedad me gana y me formo en la primera
fila que veo, comienzan a pasar escombros y me doy cuenta de que soy muy torpe
para esto. Piden a gritos cubetas vacías y empiezo a buscar entre los autos,
los viene-viene suelen poner cubetas ahí.
Sigo escuchando el barullo de
la gente y encuentro un par de cubetas entre los autos estacionados sobre
Michoacán frente a Superama. Entrego en la fila las cubetas que encontré y me siento impotente al saberme tan torpe e incapaz de ayudar con algo más.
Empiezo a dimensionar el problema y me asusto mucho. En mi cabeza resuena " No has llegado a tu casa". La ansiedad sigue creciendo: ¿Dónde está mi familia?
Veo que un grupo de personas
saca víveres desde el estacionamiento de Superama y pide ayuda para seguir
sacando cosas. Dicen que solo saquen agua y comida y la llevan hacia el parque México. La gente está muy ordenada y
sacan charolas de pan y paquetes con botellas de agua.
Camino sobre la calle de
Michoacán y veo grupos de gente caminar hacia Ámsterdam, al edificio que ha caído con el
sismo y estoy llorando. No puedo hacer más por la gente de ese lugar.
El foro Lindbergh tiene
carpas improvisadas y hay mucha gente esperando en el parque. Empiezo a ver el
alcance de los daños.
Llegando a Insurgentes veo
todo parado. Los negocios están cerrados, hay muchas unidades del Metrobus
estacionados en la avenida y sigo viendo a la gente movilizándose hacia las
zonas de desastre. Solo puedo pensar en que aún no he llegado a mi casa. Me
siento todavía muy lejos estando ya tan cerca.
Camino por la calle de
Chiapas para llegar a Medellín y José Alvarado y veo grupos grandes de gente
movilizándose: Muchos usan chalecos con reflejantes, hay muchos jóvenes y me
doy cuenta de que a la vuelta de casa de mis papás se ha caído un edificio. El
edificio donde estaba la tienda de colchones Atlas ha colapsado.